Carta de Enrique Fenollosa (Aventura Oceánica)
Queridos socios del Propeller Club de Valencia, y sin embargo amigos,
Hace ya un año que tuve el placer de reunirme con vosotros para compartir este emocionante proyecto que estoy llevando a cabo, Aventura Oceánica, una vuelta al mundo a vela que contempla navegar por los lugares más complicados del planeta, así como muchos de sus paraísos. Recuerdo como si fuera ayer que, exultante de emoción y pasión, os relataba los detalles de su preparación, su planificación y previsiones, todo aquello que tantas y tantas veces había imaginado y repasado mentalmente. Me alegró ver la cálida acogida que tuvo, los buenos deseos, las muestras de respeto y afecto, me sentí orgulloso de pertenecer a esta Comunidad, a este Club que me apoyaba en el desafío, puesto que no todo el mundo entiende una decisión como la que yo tomé.
Durante este tiempo han sido muchas las experiencias, tantas que podría estar hablando horas y horas, a veces la única forma que se me ocurre de resumirlas es compararlo con vivir 10 años de una vida intensa concentrados en uno. Y es que 365 días enfrentándote a situaciones diferentes, 147 de ellos navegando, más de 20.000 millas recorridas y 19 países visitados, dan para mucho, aunque esto no suponga ni la mitad del proyecto en el tiempo ni en la distancia.
He visto cosas que difícilmente se borrarán de mi memoria, como las lluvias de estrellas en mitad del Atlántico, a más de 2.000 millas de cualquier tipo de contaminación lumínica; una erupción volcánica durante la noche en una isla del Caribe; me he perdido en el laberinto de cayos e islotes desiertos de Jardines de la Reina (sur de Cuba), antiguo refugio de piratas, y allí he bautizado maravillosas playas sin nombre; he contemplado las islas más bonitas que se puedan imaginar en el Archipiélago de San Blas; me he adentrado en la selva panameña siguiendo el curso del Río Diablo en un kayak; he vivido como un Robinson en un recóndito lugar del sur de los Roques (Venezuela); he conocido los espectaculares paisajes de Fernando de Noroña o el lugar más tranquilo del mundo, una pequeña cabaña de pescadores frente a la playa, casi escondida por la vegetación, en la Bahía de Camamu (Brasil). Tantas y tantas cosas, que me cuesta seleccionar las que destacar…
Los delfines han venido a saludarme, transmitiéndome alegría y buenos augurios con sus juegos y piruetas, las ballenas han saltado y resoplado a mi alrededor, he podido escuchar su mágico e hipnotizador canto buceando junto a la mayor explosión de vida y color imaginable en el Archipiélago de Abrolhos (Brasil). He pescado langostas con mis manos, he visto tiburones y mantas inmensas nadando junto a mí, bancos de peces me han envuelto hasta ocultar la luz del sol, barracudas desafiantes me han plantado cara.
Y en cuanto al mar, ¿qué os voy a contar?, nos ha brindado experiencias de todo tipo, emocionantes como navegar con spinnaker y alcanzar casi los 18 nudos en eternas planeadas; tranquilas, cuando se trata de suaves brisas y mar en calma; frustrantes, como las más de 5.000 millas que hemos recorrido luchando contra viento, olas y corriente en contra, sintiéndonos como canicas agitadas dentro de una caja de zapatos, días y días de continuos golpes y bruscas sacudidas que desesperan al carácter más templado; aterradoras, cuando nos hemos enfrentado a violentos temporales con olas como montañas que nos pasaban por encima y vientos fortísimos que no nos permitían ni tenernos en pie sobre cubierta.
La experiencia no se limita a lugares de ensueño, mar o naturaleza. Una de las cosas que más me ha enriquecido (a nivel de vivencias, porque económicamente todo lo contrario), ha sido los distintos países que hemos visitado, sus gentes, su cultura, su problemas, su forma de ver la vida, su manera de entender la felicidad, cómo nos ven y cómo se ven los unos a los otros. He conocido gente que difícilmente se borrará de mi corazón, los cubanos, resignados a una mísera vida sin oportunidades con un férreo control de su libertad; los indios Kuna, que decidieron no abrazar la civilización y seguir viviendo como hace centenares de años, manteniendo su más sagrado patrimonio, una tierra sin explotar y sus costumbres; los habitantes de recónditas islas como Providencia, cuyo aislamiento condiciona su carácter; la gente de las favelas en Brasil, cuya pobreza contrasta con su alegría de vivir; la gran familia que conforman los navegantes en ultramar, capaces de hacer cosas por gente que apenas conoce que muchos en su vida normal no harían ni por sus amigos. He visto riqueza y miseria, hambre como en Haití días antes del terremoto, ausencia de oportunidades, condenas a vidas de sacrificio y sufrimiento, pero lo que más me ha llamado la atención es como cada cual es libre de decidir su felicidad independientemente de las circunstancia que le rodean, y muchas veces los que menos poseen disfrutan más de la vida que los que todo tienen.
También hemos tenido momentos malos, muy malos, y ya no hablo de los de añoranza, soledad o sufrimiento físico, en varias ocasiones hemos estado en riesgo muy grave, en dos de ellas llegué a tener el convencimiento de que todo se acababa, y no me refiero solo al barco. La primera fue durante el incendio que tuvimos a bordo en Varadero y que conseguí controlar en el último momento, la segunda cuando un inmenso remolcador casi nos arrolla frente a la costa brasileña, faltaron escasos metros.
Pero no creáis que Aventura Oceánica es solo un emocionante camino de rosas, el día a día es un continuo trabajo y esfuerzo, averías y reparaciones, preparación del barco para cada singladura, trámites administrativos, problemas de la más diversa índole, guardias cada 4 horas, adaptar permanentemente el barco a las condiciones de navegación, y aunque parezca increíble mucho trabajo de despacho (aunque el mío tenga vistas directas al mar), temas logísticos, económicos, patrocinadores, seguidores, medios de comunicación, marketing en redes sociales, y nuestro deseo de compartir al máximo nuestra aventura (mediante el blog, la web, facebook, etc.) me obligan a pasar varias horas cada día frente la pantalla del ordenador, en ocasiones incluso toda la jornada.
Este trabajo se ve recompensado con el gran seguimiento que estamos teniendo, tanto en la red, con más de 6.000 visitas semanales a nuestras páginas y 500 lectores diarios de nuestro blog, como en medios tradicionales. Además de la repercusión en prensa, radio y televisión de nuestra salida, varios medios escritos y en especial radiofónicos, contactan con nosotros periódicamente (Onda Cero, Radio9, Punto Radio, Radio Nacional, etc.). La difusión no solo se limita a medios españoles, a lo largo del recorrido nuestra llegada y proyecto han sido noticia en Republica Dominicana, USA (entrevista en TV), Colombia, Brasil (entrevista en TV a nivel nacional), etc. Todo ello además de presentaciones públicas de la experiencia, reuniones con empresarios, organizaciones deportivas, grupos de seguidores que nos esperan en numerosos puertos, etc.
En el caso del Propeller Club de Valencia, además de llevar su nombre por todos aquellos sitios por los que hemos pasado, y su imagen en nuestros medios, comunicaciones y presentaciones, hemos realizado acciones concretas, ejerciendo de “embajadores” frente a los Propeller Club existentes en los países visitados. Son destacables las reuniones mantenidas con el Propeller Club de Martinica y el de Miami, en las que además de compartir impresiones sobre la situación actual, el modo en que cada uno resuelve su problemática y las características de cada puerto, se establecieron vínculos e hicieron contactos que podrán ser continuados en función del interés y las ocasiones. Son incontables las veces en las que he explicado lo que es el Propeller y sus objetivos, por lo visto su nombre despierta curiosidad. En cualquier caso, desde aquí os invito a que nos planteéis cualquier acción que os pueda ser de interés en los países o puertos por los que pasamos, ya que son iniciativas que por nuestra parte no podemos tomar unilateralmente.
No quiero extenderme más, supongo que ya he agotado más tiempo del que me correspondía, solo agradeceros nuevamente de corazón el apoyo que el Propeller Club de Valencia ha proporcionado a Aventura Oceánica y acabar con una pequeña reflexión, de todos los países y puertos en los que he estado, salvo Estados Unidos, y eso podría ser discutible, en ninguno se tiene la calidad de vida y las oportunidades de Valencia. No valoramos lo afortunados que somos porque es algo que tenemos interiorizado, pero especialmente en este momento el que parece que el pesimismo se haya adueñado de muchos, habría que valorar lo bueno que tenemos en valor absoluto, y no compararlo con tiempos pasados o lo que podría haber sido.
Sed felices, que es lo realmente importante en la vida.
Un fuerte abrazo.
Enrique Fenollosa, socio del Propeller Club de Valencia