La nuestra es una comunidad de importante actividad exportadora, gracias en gran medida a unas infraestructuras portuarias y un sistema de transportes adaptados a una demanda cada vez mayor.

La industria y comercio son, en parte, uno de los motores de arranque de nuestra economía. A todo esto se une el desarrollo de la actividad turística, gracias a la que nuestra comunidad se desmarca como uno de los principales destinos. No deberíamos poner trabas a una situación de crecimiento incesante que favorece, y mucho, al desarrollo de nuestro país como parte de una Unión Europea de siglo XXI, integradora, integrada y funcional.

Con esta fuerte tradición exportadora valenciana a la Europa central es evidente que la movilidad de personas y mercancías en un futuro inmediato pasa por el desarrollo de las grandes líneas férreas. El tren parece la opción de futuro para el corredor mediterráneo, y por ello debería ser prioritario. La realización de estas infraestructuras millonarias depende en gran medida de la Unión Europea y también del Estado Español. Por ello, los gobiernos autonómicos deben estar dispuestos a presionar.

Aislar la Comunidad Valenciana supone obviar la innegable importancia de Sagunto como núcleo de una de las redes de mayor peso específico para el conjunto del país. La plataforma logística de Sagunto, como parte ensamblada en la Fundación Valenciaport, es el centro neurálgico de unificación de criterios logísticos en el eje Mediterráneo-Sagunto-Aragón-Cornisa Cantábrica. El mapa europeo está cambiando, y es aquí donde los empresarios valencianos jugamos nuestro papel partícipes de esta progresiva mejora que han experimentado tanto nuestras infraestructuras, como el entramado comunicativo en general. Es nuestra fuerza unida a otros organismos sociales, la que promueve constantemente la evolución de las redes que son, al fin y al cabo, las que definen la economía de un país y determinan su rumbo.

El ferrocarril y las autopistas del mar son los mejores elementos para cumplir con el protocolo de Kyoto, a la que se suman muchas otras ventajas. La UE ya ha avisado de que la alternativa al transporte por carretera pasa por el ferrocarril y las autopistas del mar. Es imprescindible eliminar la condición periférica del Mediterráneo pero, la revitalización de este eje no sólo pasa por desarrollar las infraestructuras del transporte, sino también por una mayor compenetración política y económica para poder actuar como un grupo de presión delante de Europa.

Empezar a dar forma a este proceso requiere el compromiso de todos en promover la cooperación y la participación conjunta en aquellas áreas en que debemos empezar a tener una mayor influencia. Las asociaciones empresariales son la mejor manera de conseguir la representatividad necesaria para todo esto, prueba de ello es la multiplicación de este tipo de órganos en los últimos años. Europa se ha convertido en un lugar de referencia a escala mundial, y este es un mérito que no se puede atribuir a la fuerza económica de un solo país miembro. La cohesión se ha convertido en una disposición irrenunciable a la que no se puede aspirar dando la espalda a realidades como la de Rumania o la zona mediterránea. De modo que el "Eje Blackmed" debe formar parte de un escenario estratégico que integre ambas regiones y facilite el funcionamiento del sistema europeo: sistema de flujos comerciales.

Europa es una gran región de regiones, no se puede mantener aislada la importancia de ninguna de ellas.