No paran de caerme palos del sombrajo. Pasé once años en un colegio que más que colegio era un correccional, aprendiéndome de memoria desde los Diez Mandamientos a los axiomas inmutables que me debían servir para guiarme en la vida terrena camino de la salvación eterna, y, mira por donde, cada día se me hace más endeble esa estructura de pensamiento que los curas nos metían en lo más profundo de nuestro ser a base de razón o palo.

A mí, con mayor frecuencia, con esto último.

Y escribo esta introducción porque no viene mal, de vez en cuando, un ejercicio de humildad y considerar que de nuestro prójimo podemos sacar también valiosas enseñanzas.

Recordando una vez más mis años de adolescencia, Centroamérica era entonces lo que llamaban tierra de misión. Nos la pintaban llena de morenitos deseosos de recibir la palabra y las enseñanzas del hombre blanco que iba allí a cristianizarlos y a trasmitirles los adelantos de la civilización.

Bien es verdad que quinientos años de prédicas no han servido para mucho y no han logrado sacar de la pobreza y el analfabetismo a segmentos importantes de la población.

Pero, mira por donde, con el paso del tiempo, los que nos estamos convirtiendo en tierra de misión somos nosotros.

Me explico. Hace dos semanas he coincidido, entre otros, con operadores portuarios panameños en un Congreso que se ha celebrado en San Salvador.

Ni que decir tiene lo que aprende uno cuando escucha a ejecutivos que son capaces, en este momento, de manejar las Terminales de Contenedores más eficientes del mundo (medias de 56 teus por hora con doble spreader y/o 34 movimientos por hora, medias en computo anual carga y descarga, de principio a fin de jornada establecida), y poner en marcha proyecto y construcción de nuevas terminales con 18 metros de calado en muelle.

Como anécdota, voy a contar el método que utilizan para la selección de manipuladores que, de manera brillante y simpática, expuso a los congresistas el Gerente de la Terminal de Manzanillo.

Se presentan en una escuela de formación profesional. En el curso superior proponen a los alumnos un test del que seleccionan a 20 muchachos. Le regalan a cada uno una consola con determinados videojuegos. Los citan para el día siguiente. Y los cinco o diez que en menos tiempo resuelven o sacan mayor puntuación en los juegos, quedan seleccionados para el curso de capacitación de manipuladores de la Terminal.

Por extraño que parezca, durante el proceso, no preguntan a nadie por su filiación, grado de parentesco o si manejan camión, coche o ciclomotor.

El resultado es el que acabo de escribir. Como dicen los futboleros, los goles que cuentan son los que suben al marcador.

Y es que la vida tiene estas paradojas. Al final te vas dando cuenta que en el fútbol o en los puertos, el orden de los factores sí altera el producto.