Decía José Luis Sampedro en los años sesenta que Laureano López Rodó hacía Planes de Desarrollo porque había desarrollo y no al revés. Después hacía una disquisición economicista entre crecimiento y desarrollo que en décadas sucesivas le han dado toda la razón.

Yo, que fui mal estudiante y después nada estudioso, he percibido siempre el conocimiento de la economía situado entre la ciencia y el arte; entre el rigor matemático y el sentimiento humano; entre la técnica y el talento. Quizás por eso haya tenido la convicción deque las fuerzas del mercado no pueden arreglar todo y de que es necesaria, ahora más que nunca, una intervención decidida del sector público para liderar la profunda reconversión que necesitan los sectores privados ante el reto de la globalización.

Siendo complicado, lo que entendemos por deslocalización resulta lo más sencillo en este proceso de cambio acelerado en el que vivimos. Lo difícil es evolucionar hacia un modelo de crecimiento que permita mantener la competitividad internacional de nuestro tejido industrial y de servicios, mejorando y expandiendo los niveles de bienestar alcanzados.

No parece que sólo con un estancamiento de los salarios junto a mejoras en la productividad se pueda hacer frente en algunos productos a la competencia de países con buena capacitación profesional y salarios que son considerados de miseria, comparados con los que recibimos habitualmente en el primer mundo.

Y esta afirmación es válida también para el modelo turístico que venimos disfrutando en la costa del Mediterráneo español.

Las Asociaciones Empresariales y las Organizaciones Sindicales deben instar a las fuerzas políticas a dedicar sus energías y sus recursos (a veces escasísimos) a realizar un diagnóstico preciso, concertado y conjunto, que permita iniciar cuanto antes un proceso ordenado y selectivo de transformación del modelo tradicional hacia fórmulas que nos permitan un desarrollo sostenible y compatible con una mejor movilidad espacial y funcional de las personas, una mayor dedicación a las disciplinas del conocimiento como la formación profesional, la investigación, el diseño y la innovación. Y todo ello encaminado a una mejora del bienestar y de las coberturas sociales sobre todo de las clases más desfavorecidas.

Estamos ya en la nueva economía. Ahora hay que saber y querer instalarse en ella. Está en juego nuestro inmediato futuro.