¡Esto ya no es lo que era! Desde que la Iglesia cambió el texto de la oración más repetida, muchos acreedores han tomado la costumbre de cobrar sus préstamos.

Antes o Dios te los perdonaba o vendías tus pasivos al Instituto Nacional de Industria y lo teníamos todo arreglado.

Hace unos días escuché decir por la radio a un representante de las Asociaciones de Vecinos de Valencia que el Gobierno Central les tendría que dar una razón de Estado para no autorizar al Ayuntamiento a endeudarse en mayor cuantía de la que ya lo está.

Ignoro que procedimientos se utilizan para elegir a tan pintoresco personaje ya que nunca en mi barrio me llamaron a las urnas para tal fin.

Pero, entiendo, que la razón no hay que buscarla ni en el Estado ni en el Gobierno ni en ningún otro raro pretexto. Simplemente hay que decir a los vecinos que las deudas del Ayuntamiento, como las de todo el mundo, hay que pagarlas, por muchos Padrenuestros que se recen con el antiguo formato.

No sé si saben las Asociaciones de Vecinos que el dinero de los Ayuntamientos es limitado porque también es limitado el bolsillo de los ciudadanos que somos los que pagamos.

Puede que resulte más importante acabar con las colas en la Seguridad Social, dotar escuelas, mejorar el transporte público, atender dignamente a los abuelitos, o cosas por el estilo, que embellecer fachadas y ponerle flores a un puente.

Dicho esto, ya sé que me tacharan de demagogo y me dirán, ignorante de mí, que son arcas diferentes.

Es cierto. Pero todavía es más cierto que, siendo arcas diferentes, el bolsillo es el mismo.
Que paradójico resulta que muchos políticos tengan tanta afición a endeudarse con el dinero público y tan escasa con su dinero privado.

No quiero ser indiscreto y el humor negro, además de provocar una leve y cómplice sonrisa, es siempre inteligente y,en ocasiones, aleccionador.

Recuerdo la exclamación de una amiga mía: ¡Yo con un cáncer y mi madre queriendo que me haga un lifting!

Y es que no tenemos arreglo. Padrenuestro….