Cambio de tercio: De José Isbert a Mac Namara
Juan Esquembre, 14/04/2004
Ya lo dice de manera sutil el Reglamento Taurino. No hay que abusar del toro ni aburrir al personal. El Editor me sugiere que cambie de tercio y yo, obediente, cambio la seda por el percal.
El que manda, manda; aunque, en ocasiones, sea el respetable y no la Autoridad Gubernativa quienes tienen la última palabra.
En la película cincuentona "Bienvenido Mr. Marshall" José Isbert se dirige a sus conciudadanos, a voz en grito, desde el balcón del Ayuntamiento: Yo. Como Alcalde de este pueblo, os debo una explicación.
De nada habían servido las guirnaldas, los faralaes, el pequeño cantaor, la banda de música, el cura párroco y el pueblo entero en la calle. Los americanos pasaban sin saludar, dejando con la decepción una nube de polvo irritante y molesto propio de aquellas carreteras españolas de la posguerra.
Ahora que están tan de moda la gestión anticipatoria, no se le puede negar a nuestro paisano Luis García Berlanga la precisión en la caricatura simpática e incruenta de los que a los españoles nos ha ocurrido cincuenta años después.
Pero esta vez no hemos tenido a José Isbert dándonos una explicación. El Parlamento, esa plaza del pueblo, ágora suprema de la convivencia ciudadana, ha estado huérfano de las auténticas razones por las que se nos metía en una guerra; de la exagerada épica de Perejil; o de la patética foto de los tres de las Azores.
Los Estados Unidos de América, además de ser una gran país, tienen entre otras muchas cosas positivas la capacidad y la sinceridad de la autocrítica.
Creo un acierto que el Presidente Aznar haya optado por aceptar la invitación de la Universidad de Georgetown en Washington para iniciar un merecido descanso, ajeno ya del ejercicio de la política activa. En sus nutridas paredes, José María Aznar, encontrará la explicación que Robert Mac Namara, considerado por muchos americanos ejemplar y patriota, dio a la conducta de los Gobiernos, desde Kennedy a Nixon , sobre la Guerra de Vietnam: "Las equivocaciones cometidas por los políticos norteamericanos no fueron motivados por la mala voluntad, ni por la defensa de oscuros intereses, sino por el desconocimiento, la improvisación y la mala organización".
Cambiar el Rancho de Texas por la sabiduría universitaria de los hijos de San Ignacio es un primer paso afortunado en el inicio de un camino de perfeccionamiento, de humildad y de enmienda para un gobernante, todavía joven, que posiblemente acabó con su carrera política por no querer dar, en su momento, una explicación.