Hoy es Nochebuena, una noche que cuando somos niños esperamos con ansiedad y nos encanta y a medida que nos hacemos mayores nos gusta menos e incluso podemos llegar a aborrecer.

Y es que estas fechas pueden ser las peores para muchas personas, sólo los afortunados a los que aún no les falta nadie pueden disfrutar de esta noche con impunidad, el resto siempre tendremos ese punto de nostalgia que nos recuerda que alguien ya no está. De todas formas, esta noche también tiene un punto ácido importante, porque esas cenas de compromiso dan mucho juego y pueden tener su cosa. Estas cenas tan encopetadas donde lo menos importante es que hoy sea Nochebuena y lo más importante es destacar por encima del otro, pueden ser muy graciosas teniendo en cuenta el sin sentido que suponen. Esa señora que para venir a cenar se cuelga todas las cadenas existentes en su casa, hasta las de la nieve, que no para de mirar y preguntar lo que no le importa, porque su vida es tan pobre que no tiene otro entretenimiento que el de criticar al prójimo. Y esos primos repipis o impresentables que también tendrás que aguantar esta noche. Los primeros, en una media hora, tiempo prudencial que los puedes soportar antes de vomitar todo el marisco, te resumen su patética vida que consiste en ser mejores que nadie y aburrirse como ostas mientras que se convierten en su madre.

De todas formas, aunque la diversión es mucha, personalmente, me quedo con la Nochebuena que celebran las familias que han conseguido crecer sin que se rompa su estructura y que esta noche se reunirán entorno a una mesa, más o menos modesta, cantarán villancicos y se desearán lo mejor sinceramente. Porque el verdadero espíritu de la Navidad se encuentra en saber que las personas con las vas a cenar estarán ahí los siguientes 365 días del año.