Tú eres yo
Avirul, 06/02/2004
Típico día que vamos corriendo de un lado a otro de la ciudad en coche y llegamos tarde a todos los sitios.
En esta situación cualquier vehículo que se interponga entre nosotros y nuestro destino es un lento de mucho cuidado. Hay que ver que mala suerte tenemos que siempre nos tienen que tocar los lerdos, empiezas a acordarte de toda la familia del conductor/a, a desesperarte, tu estrés aumenta considerablemente cada vez que el coche que tienes delante no pasa un semáforo en ámbar. También se te pasa por la cabeza el tipo de vida que llevará, tan relajado que se permite el lujo de conducir así de lento, o es que es imbecil profundo, permítanme el adjetivo, pero es que en esos momentos todos pensamos lo mismo, porque es que hay que ver la paciencia que hay que tener cuando pone uno sus manecitas encima de un volante, se transforma en un ser sin conciencia cívica.
Aunque, en algún momento de nuestra vida también entorpecemos el vuelo a ras de suelo de otros conductores. Aunque en estas situaciones todo cambia. La vida nos sonríe, estamos de vacaciones o simplemente disfrutamos de esa canción que tanto nos gusta o la noche anterior fue maravillosa o mil razones más por las que disfrutar conduciendo y que hacen que alarguemos el momento de poner los pies en el suelo. Entonces conducir es un placer que no queremos abandonar y hay que tener comprensión con nosotros, no entendemos los bocinazos que nos dan los otros conductores que deben de estar amargados de la vida porque sino no se entiende esa mala sangre. Lo vemos en sus caras descompuestas cuando nos adelantan y mueven la boca exageradamente, no escuchamos pero nos lo podemos imaginar, porque también hemos conducido alguna vez esos otros coches. En los que temenos el placer de adelantar al coche ese que parece que va a pilas, y al pasar por el lado del conductor, siempre miramos al tonto o la tonta de turno y pensamos en mil perrerías e, incluso a veces, las decimos.
Mientras, en el coche relajado se encuentra un ser que también somos nosotros que no entiende nada pero que tampoco está dispuesto a entender porque los buenos días hay que disfrutarlos.