Ya hace algunas semanas que Baltasar Garzón inició el proceso para enjuiciar a los militares que se levantaron contra el Gobierno legítimo de la II República. Y, como siempre en estos casos, a los portavoces de la derecha más rancia de este país les faltó tiempo para rasgarse las vestiduras y lanzar a los cuatro vientos la falacia de mirar hacia el pasado y reabrir viejas heridas.

Estos voceros siempre incurren en viejos errores. El primero y más grave que tiene la derecha de este país es el de no haber sabido, o no haber querido, desligarse de manera rotunda de una dictadura que tuvo sojuzgado al pueblo español durante casi 40 años. Cada vez que se les pide una condena de aquellos ominosos años, salen por peteneras y eluden cualquier respuesta directa, síntoma de poca cultura democrática.

Otra de las mentiras en las que incurren es la de poner a la misma altura a vencedores y vencidos, con aquello de que “se cometieron barbaridades en ambos bandos”. A pesar de que estas palabras son ciertas, hay que hacer algunos matices. No fue sino Franco quien espetó a un periodista extranjero que estaría dispuesto a matar a media población con tal de “limpiar España de sus enemigos”. Además, fue el Régimen de Franco surgido después de la Guerra Civil el que estuvo reconociendo a las víctimas de su bando durante 40 años. Fue el Régimen de Franco el que utilizó obra de mano esclava surgida del bando republicano para construir su mausoleo particular y alguna que otra obra faraónica con la que ensalzar su victoria. Y fue la Iglesia Católica la que apoyó al Régimen, catalogando la Guerra Civil de “cruzada”, oponiéndose en la actualidad al reconocimiento de las víctimas republicanas, mientras ella misma se embarca en megaprocesos de beatificación de sus “mártires”.