Como en toda buena sociedad capitalista que se precie, la llegada de la crisis desbarata la frágil columna sobre la que se sostienen los ideales de muchos de los que se autodenominan liberales.

Nos explicaremos. Una de las premisas del movimiento liberal originario era que el Estado sólo debía ser garante de la seguridad de los individuos, dejando la actividad económica en manos de entidades privadas. En la actualidad, a mucha gente se le llena la boca cuando se define como liberal, y yo me pregunto si realmente conocen el significado real de la palabra y todo lo que ello significa. Siendo bienpensados, daremos por supuesto que todos los que utilizan el término saben lo que están diciendo, ya que normalmente ocupan puestos de responsabilidad (políticos, empresarios e incluso intelectuales) y se les supone cierta formación.

Sin embargo son estos denominados liberales los primeros que le piden a papá Estado que intervenga cuando las vacas han pasado de ser gordas a raquíticas. En Estados Unidos tenemos un ejemplo muy claro. Bush ha corrido al rescate de los grandes bancos inyectándoles más de 300.000 millones de dólares de dinero público. Es curioso ver cómo los adalides de la economía de libre mercado son los primeros en volver la vista hacia el aparato gubernamental para sacarles las castañas del fuego. Y es ahora cuando los curritos deberán pagar con sus impuestos los desmanes de unos pocos.

Porque no nos engañemos. Parte de responsabilidad de la crisis de hoy en día la tienen las grandes empresas, que han repartido beneficios desorbitantes entre directivos y accionistas, dejando su futuro en manos de productos y servicios de dudosa rentabilidad. Y aún tiene la poca vergüenza el presidente de la CEOE de pedir un abaratamiento del despido. ¡Vaya jeta!