Ccuando nuestros lectores lean esto hoy, posiblemente España haya pasado a la final de la Eurocopa, a sabiendas del gran apoyo que los incondicionales del fútbol le están brindando a “la roja”, tal y como se le está llamando últimamente al combinado nacional (quiero recordar que no hace mucho llamar “rojo” o “roja” a alguien era un signo de desprecio, una manera de insultar a un compatriota, una forma, en suma, de seguir manteniendo abierta una herida).

Dejando debates históricos de lado, el partido de ayer con Rusia ocupaba los primeros minutos de los informativos, tanto televisivos como radiofónicos, dejando para más adelante asuntos de la actualidad como la purga de Esperanza Aguirre entre las filas de su Gobierno con los consejeros que mostraron su apoyo a Mariano Rajoy, o la situación económica, cada vez más crítica.

Pero mientras haya fútbol, que nadie se preocupe. Seguro que ayer por la noche millones de españoles se arremolinaron frente al televisor, ya fuera en casa o en el bar, para dar rienda suelta a su pasión, cosa que aplaudimos desde aquí.

Lo malo de todo esto es que, una vez finalizada la participación española en la Eurocopa, volveremos a pensar en nuestras cosas, en las vacaciones que se acercan, en las hipotecas, gastos, calores, atascos, y toda esa serie de penumbras por las que no nos unimos. ¡Bravo!