Tras una semana de intensa huelga, llega la calma, o eso es lo que al menos se supone. Pero después de tantas protestas, tantos policías, tantos incidentes y hasta un fallecido, uno se pregunta siempre, ¿pero de verdad ha valido la pena tanto sacrificio o nos quedamos igual que estamos? Porque claro, desde el Gobierno nadie habla de bajar los precios de los combustibles y ahí está el principal y único problema, que casi todo lo que pagamos es para mantener esa inmensa mochila que supone para todos los trabajadores del sector privado mantener los privilegios de los que trabajan en el sector público.

Por que no me dirán ustedes que la huelga, aunque la han protagonizado sólo los camioneros, no era de todos. Por mucho que critiquemos la actitud de algunos manifestantes y la de algunos piquetes, están protestando por algo que nos preocupa a todos. Así que no pongamos tanto en tela de juicio la actitud de los manifestantes ni la de los piquetes que al fin y al cabo están protestando por algo que más tarde o más temprano va a estallar. O una de dos (o yo diría tres), o los países productores bajan los precios del petróleo, que no están por la labor, o los gobiernos dejan de cobrarnos tantos impuestos en los carburantes (que parece que tampoco están dispuestos) o los gobiernos toman de verdad cartas en el asunto y apuestan por facilitarnos transportes que funcionen con otro tipo de combustible. Esta última solución parece la más sencilla, pero sabemos todos, que en realidad es la más complicada de tomar.

Si a todo esto unimos esa dosis de histeria colectiva de la que solemos hacer gala los ciudadanos en determinadas circunstancias tenemos el cóctel ideal para derrocar gobiernos si que de verdad se soluciones el problema.

Y esto va en serio, esto es sólo un capítulo más de lo que nos espera en los próximos años y el problema empieza a ser muy pero que muy ....