ETA ha vuelto a sacudir nuestra vida. No voy a descubrir nada nuevo si digo que vamos a tener unos años moviditos por estos lares.

Y por desgracia Valencia está ahí, con multitud de acontecimientos con repercusión a nivel mundial. La explosión del coche bomba en Álava nos pone la carne de gallina.

La situación parece de muy difícil solución por más que nos digan y se cansen de decir que “la democracia y la libertad no será derrotada por los asesinos de etarras”.

Mientras tanto, nuestra clase política no sabe muy bien hacia donde apuntar. La represión policial contra el mundo ‘abertzale’ se ha recrudecido notablemente deste el famoso atentado de la terminal T-4 de Barajas, y la respuesta a esa presión policial ya la hemos visto.

Esto demustra que la solución a día de hoy no la tiene nadie. Ni los que defendían que la palabra y el diálogo podía acabar con ETA ni los que se salían a la calle para pedir que no se hablara con asesinos. Al menos, los que defendíamos que el diálogo era la solución provocó que durante algún tiempo no hubieran muertos, aunque también hay que reconocer que hablar con aquellos que están acostumbrados a solucionar sus diferencias mediante disparos y bombas es harto difícil.

No es por desanimar, pero hay conflictos en el mundo que dan la sensación de que se perpetúan en el tiempo, que no se acaban nunca, como el de Israel y Palestina, el Tíbet y China, etc. y parece que el tema que nos ocupa lleva camino de equipararse con ellos. Aunque siempre nos quedará el ejemplo de Irlanda...