Creemos que no seremos los únicos si desde aquí decimos que, a falta de ocho días para las elecciones, ya estamos algo saturados de mensajes electorales, propuestas, eslóganes, entrevistas con los candidatos, acusaciones cruzadas y, sobre todo, debates. Bendito y santo debate. Aunque sólo hemos presenciado uno de los dos que van a tener lugar, desde aquí queremos advertir que, con toda seguridad, y casi sin riesgo a equivocarnos, el próximo lunes ninguno de los dos candidatos aportará nada nuevo.

Y es que, si vieron y recuerdan todavía el anterior, pareció más una riña de patio de colegio que un debate entre dos personas que optan a la presidencia de un Gobierno. Desde estas líneas queremos aportar algunas ideas con el objetivo de que, en las próximas ocasiones, la cosa no se convierta en una mera pataleta.

En primer lugar, deberían estar prohibidas frases como “tú más”, “y tú más”, “pues anda que tú”, “me voy a chivar”, “tu empezaste” o “vas a ir a mi mamá”. Fue algo sorprendente (por no utilizar otra palabra que no resulte desagradable de leer) ver a dos personas adultas echarse en cara cosas del pasado, en vez de proponer más cuestiones de futuro y preocuparse por lo que sus futuros electores sufren y padecen.

Por otro lado, se haría un gran favor si dejáramos a un lado normas como la de encorsetar el tiempo de las intervenciones, estableciendo un diálogo fluido entre ambos, obligándoles a pensar más y no basarse tanto en lanzar soflamas y discursos que a nadie interesan. Se evitarían diálogos como cuando uno de los candidatos quiso hablar de inmigración, el otro respondía que el hablaría de inmigración más adelante, a lo que el primero argumentó que el seguiría hablando de inmigración. Esta situación tiene un nombre, y no es otra que la de diálogo de besugos. ¿No sintieron un escalofrío al saber que uno de los dos será el próximo presidente del Gobierno?