Llega la Navidad y cestas por aquí, comidas de empresa por allá, pagas (el que las tenga) por el otro lado, cenas, alguna que otra borrachera, que si lotería por allá y un sinfín de actividades que nos hacen entrar en una espiral que parece que los días duren 36 horas.

Luego nos quejamos, ¡es que la cuesta de enero es muy dura¡, cuando algunos la cuesta empiezan a subirla ya desde primeros de diciembre.

Pues nada, ahora a comer conejo, huevos duros y nada de marisco ni chorradas de esas, que la cesta de la compra la cargamos para luego nos quejamos, cuando deberíamos tener vergüenza torera del despilfarro económico que realizamos cuando debajo del puente se queda durmiendo gente por no tener sitio a donde ir, eso si que es cuesta y lo demás son cuentos. Claro que siempre hay quien se le llena la boca agua de decir durante estos días lo de “paz, amor y felicidad”, y a continuación está poniendo a caldo al que vive debajo del puente por haber venido a España en un cayuco. No, “es que eso el gobierno debería controlarlos y enviarlos a su país” dicen algunos, ¿y quién controla esas lenguas vívoras que por la mañana piden paz, felicidad y amor para el mundo y por la tarde parece que se han olvidado de esos pensamientos? Ver para creer. Vivimos y somos tan hipócritas que en la mayoría de casos deberíamos pensar antes las cosas que decimos y hacemos. Estamos con la de siempre, parece que con ser buenos por Navidad nos quedan perdonados los pecados del resto del año...