Hay que ver lo raritos que somos. Una inmensa y gran contradicción con patas en la que se aglutinan un montón de manías de esas que además de agobiar al prójimo se transmiten.

Muchas personas humanas no caen en los grandes peligros de la vida cotidiana hasta que su gran sabiduría y no menos sentido común, por supuesto, les alertan de lo alarmante que es sentarse en las sábanas donde luego dormiremos como nos trajeron al mundo (y no nos referimos a hacer el pino) con la ropa de calle. A saber en cuantos sitios guarrísimos nos habremos sentado antes...

O cuando, un perro por muy adiestrado y casero que sea, come ciertas cosas que nosotros no ingeriríamos a no ser que no existiese otra posibilidad de alimento y luego nos pega uno de esos lametazos en los que podemos incluso sentir como corren los bichitos por nuestra piel.

Pero después de todas esas rarezas enormes que incluyen no beber nunca de un vaso que no se haya enjuagado antes, preguntarnos con insistencia donde habrán estado antes las cosas que utilizamos y lavamos siempre la ropa tras comprarla, nos da por mordernos las uñas sin ningún problemani espanto.

También nos da por fumar, sin remordimientos, o por morder los bolígrafos que tocan todas las manos y caen por todos los suelos.

A ver como se puede explicar en una misma persona tantas contradicciones higiénicas...

Nuestra madre lo explica brevemente: “Todos los marranos tiene algo de limpios”. Y es que ella siempre concluye con la mayor sencillez los logaritmos más complicados.

Es más, ¿para qué estamos escribiendo todas estas cosas, si con decir esta frase lapidaria ya
habría bastado?