Desde luego las personas humanas que diseñan bolsos, como se nota que son de género masculino, que únicamente cuando salen de casa tienen que coger las llaves, el dinero y el móvil y como su ropa siempre lleva bolsillos pues para qué van a querer llevar ese apéndice con lo que molesta.

Pero para diseñarlos si que andan listos, pero que muy listos, tanto que en muchos de los casos se le puede llamar bolso a una especie de saco a secas, sin un triste bolsillito. Que son muy bonitos, y los ves y dices, ¡huí! que diáfano es este bolso, aquí encontraré en un vistazo todas las cosas.

Pero este es un craso error, de él nos damos un poco, sólo un poco de cuenta, en el momento que nada más estrenarlo con las cosas justas dentro tenemos que pagar algo un poco más deprisa de la cuenta. Caemos en que nos cuesta identificar lo que llevamos dentro al tacto, porque eso de meter la cabeza en el bolso, no lo hacemos nunca, excepto en situaciones de urgencia.

A medida que el bolso va adquiriendo consistencia, es decir que metemos en él todo lo que encontramos en nuestro camino nos percatamos que la dificultad de la búsqueda es inversamente proporcional.

Así hasta que un buen día, cuando ya no podemos ni arrastrarlo, que metemos dentro la mano
e igual podemos encontrar cosas que ni sabíamos que existían, objetos no identificados que poco tienen que ver con otros planetas, más bien con los basureros de éste, nos pasamos delante de la puerta de casa, con todas las bolsas de la compra esparcidas por la acera así como media hora, con medio cuerpo metido dentro, que este sí es un caso de urgencia, intentado encontrar las llaves de casa. Y/O somos el sereno, que es imposible que tengamos tantas llaves dentro, o nos estamos obcecando en sacar la misma maldita todo el tiempo.

Al final encontramos la dichosa barita mágica que abre nuestra mansión con un cabreo del quince, y sin pensarlo dos veces, sacamos todo lo que hay dentro y llenamos el cubo de basura con el bolso incluido. A la próxima compraremos seguro uno más grande si cabe.

Nosotros no necesitamos ruedas de molino para tirarnos al mar, con caer con el bolso el suicidio está asegurado.