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OPINION

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Editorial

Las tarifas ya no sirven ni como referencia
Carlos Vicedo, 14/04/2003

La enorme competencia que se ha generado en la totalidad de los sectores, tanto de servicios como productivos, ha motivado que las tarifas, precios o como se quiera llamar a los valores que cada uno establece para sus productos o gestiones, estén en constante variación.

Trasladada esta situación al entorno portuario, podemos comprobar que estas variaciones o cambios, siempre a la baja, son aún más constantes. Las tarifas, normalmente de referencia, que cada colectivo establece con el fin de valorar su gestión, se modifican continuamente hasta que se equiparan a los costes o incluso por debajo de éstos. En este momento, después de un período de pérdidas, es cuando se enciende la luz de alarma y todos se reúnen para poner remedio a este problema.

En nuestro sector, dicha situación se da en diferentes sectores, empezando por el transporte terrestre de contenedores, que se remonta hasta hace más de una década. Esta situación ya se producía cuando el Ministerio de Transporte era quien aprobaba las tarifas y se ha venido produciendo hasta la actualidad.

El tráfico marítimo, que en principio parecía más estable, también se encuentra en esta misma situación. Los fletes se someten a continua variación, en función también de la competencia.

Este hecho viene producido tanto por el número de empresas que cubren los servicios como por el volumen de carga que se transporta. Cuando ésta desciende, se genera nerviosismo
entre las empresas, más o menos en función de la proximidad de la escala del buque, al que se le debe asegurar un mínimo de carga para que el armador no se impaciente.

Esta lucha por el contenedor entre los transitarios se traduce en fletes más bajos para los transitarios, y, a su vez, se traslada al exportador y al importador, ya que se compite con otras empresas del mismo colectivo. Esta competencia ante el cliente tanbién afecta a los agentes de aduanas que ven cómo su trabajo queda reducido a un precio estándar por cada contenedor despachado.

En esta competencia también se encuentran inmersos los puertos y los operadores portuarios.

Cada día son necesarias instalaciones más grandes y mejor equipadas, con altos rendimientos y tarifas más baratas. La competencia también afecta a los armadores que deben conseguir cargar sus buques y, al mismo tiempo, construir cada vez barcos más grandes. Esta política pretende reducir los costes de las navieras por hueco y slot y se transforma en una solicitud de tarifas más bajas y la intención de obtener una mayor productividad durante el tiempo de estancia en puerto, con el fin de reducir el período de paralización del buque y ser capaces de realizar el mayor número de rotaciones posibles.

Este escenario que en principio parece complicado, es mucho más complejo si analizamos toda la cadena de servicios que interviene en un transporte puerto-puerto, puerto-barco o barco-puerto, que es el que nos afecta a nosotros.

Este análisis, aunque parcial, viene a demostrar que la competencia afecta a cada uno de los sectores, y que cuando los precios, costes, tarifas, o como las queramos llamar, ya no se pueden reducir más sin generar pérdidas, es cuando se debe demostrar la personalidad, eficiencia y calidad del servicio. Éste es nuestro gran reto en estos momentos, especialmente ahora que más de una naviera, que son quienes hacen girar este negocio, está pensando o ha decidido ya cambiar de puerto, con tal de no cumplir todos estos requisitos.

De todas formas, considero que aún no es tarde para enmendar esta situación, por el bien de todos.


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