En los bajos rocosos de la costa murciana, un buque embarranco quedando con las hélices enroscadas, la popa en la roca, tocando fondo y el timón y la maquina inservibles, en circunstancias meteorológicas de viento huracanado, visibilidad reducida, estando de la mar con viento fuerza 5, con intervalos de fuerza 6 y fuerte marejada.

Tras pedir socorro acudieron un remolcador y una lancha de salvamento, suflotando al buque y remolcándolo a puerto.

Se discute si es asistencia o salvamento y si la tripulación tiene derecho a premio.

Entre la asistencia y el salvamento existen sólo diferencias de grado y momento, pues en el primero se procura evitar un siniestro posible, mientras que en el salvamento se quiere evitar las consecuencias catastróficas de un siniestro ya producido. Y en el caso de autos ya se había producido la varada del buque, con la rotura de las hélices y del timón de cola, con el ancla fondeada incorrectamente, y con un riesgo posible de aconchado contra las rocas con la consecuente perdida del buque – aunque no inminente – al tocar fondo y carecer de maquinas (hasta el punto de que para entrar en puerto tuvo que ser remolcado por otro segundo remolcador), peligro que se evitó por la intervención extraordinaria del remolcador y la lancha Salvamar, por lo que resulta claro deducir que nos encontramos ante por lo menos un manifiesto auxilio o socorro marítimo.

E igualmente se puede concluir que, de las declaración del capitán del buque, del Práctico del puerto , y del patrón de la lancha Salvamar, únicamente las actuaciones sucesivas de la lanchas Salvamar y del remolcador tuvieron el resultado útil de poner a flote el buque y su posterior traslado al Puerto, poniéndose para ello los mismos en peligro, al moverse en fondos de escaso calado, en horas nocturnas, con escasa visibilidad y con fuerte viento, datos que podían ocasionarles también la consecuente varada.

Jorge Selma
Socio fundador del Gabinete Jurídico Selma & Illueca, Abogados, especialistas en Transporte