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Historia del puerto de Alicante: puerta de entrada al Mediterráneo
Los origenes del puerto de Alicante se remontan a los íberos y romanos y se apoyaron en una bahía resguardada y protegida, que fue el germen del actual recinto portuario
VM, 19/08/2014

La configuración de la bahía de Alicante, guarnecida de muchos de los vientos que azotan el litoral y cuyos fondos arenosos y poblados de algas amortiguan las olas de los temporales, propició desde tiempos muy lejanos el establecimiento de asentamientos humanos.

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Vista áerea del actual recinto portuario


Estas poblaciones indígenas aprovecharon el abrigo de la rada alicantina, ceñida al norte por el Cabo de las Huertas y al sur por el de Santa Pola, para prosperar.En el siglo V a.C., donde hoy se alza La Albufereta, se estableció un nutrido grupo de pobladores ibéricos.

Dicho enclave, conocido hoy día como el Tossal de les Basses, ocupaba la cima y laderas de una pequeña loma circundada por una laguna. Más allá de las labores agropecuarias, los íberos desarrollaron una sólida y avanzada industria de la cerámica y la plata, que servía de base a sus relaciones comerciales. Según refleja el arqueólogo Pablo Rosser en el libro ‘Surcando el tiempo’, editado por el MARQ, el asentamiento amurallado contaba con un auténtico “polígono industrial”.

Para dar salida a la producción el área sur del Tossal de les Basses contaba con un embarcadero. Esta hipótesis se sustenta en las excavaciones arqueológicas realizadas en el yacimiento, que sacaron a la luz un muro de alrededor de 26 metros de longitud, con diversas estancias y edificios anexos, cuya función pudo ser de almacenaje; así como varias plataformas con salientes, que pudieron servir como pantalanes.

La estructura portuaria del poblado ibérico se encuentra en el límite meridional del yacimiento. En aquella época, la laguna marina de La Albufereta se adentraba hacia el interior del barranco alrededor de 250 metros, si se toma como referencia la costa actual. Resulta factible, por tanto, que fuese utilizado como punto de amarre de pequeñas embarcaciones, mientras que la parte central de la laguna disponía del calado suficiente para el fondeo de barcos de mayor envergadura.

El periodo álgido del Tossal de les Basses se extiende entre los siglos V y IV a.C. Sin embargo, a lo largo del siglo III a.C. la ciudad de Lucentum (Tossal de Manises) le va robando el protagonismo. El declive del asentamiento pudo deberse a un aluvionamiento en época tardo-ibérica (s.III a.C.), según un estudio sedimentológico del área. Esta circunstancia impidió la comunicación marítima hacia el interior del barranco, pues se formó una restinga arenosa y tan
sólo quedó un pequeño reducto marino junto a la playa de La Albufereta.

El contexto socio-político pudo determinar, igualmente, el abandono del poblado ibérico, pues en el contexto de las II Guerras Púnicas se ocupó el Tossal de Manises, ubicado en la margen contraria de la laguna. Este fortín militar contaba con estructuras defensivas de superior resistencia, como murallas y torreones.La presencia de las huestes de Cartago (Túnez) en la península Ibérica, cuyos pueblos meridionales fueron sometidos por Amílcar Barca, convirtió a España en el escenario de grandes batallas y asedios. Grandes caudillos púnicos como Asdrúbal y Aníbal, o la saga romana de los Escipiones deben su gloria, en parte, a lo acaecido en tierras hispanas. Pero tras la derrota del imperio Cartaginense en Zama (201 a.C), Roma consolida su supremacía y poder en el Mediterráneo.

La ciudad del Tossal de Manises, fundada entre los siglos IV-III a.C. por población íbera, perdura hasta la llegada de la dominación romana, que expande los contornos fuera del recinto ibérico fortificado. En ambos momentos, el elemento clave del desarrollo del asentamiento va a ser el puerto existente en las laderas del cerro.

Recinto romano
El recinto portuario romano de La Albufereta contaba con un muelle de 48 metros, compartimentado en varios módulos. Las excavaciones realizadas han certificado la existencia de perforaciones en el remate del muro que servían para amarrar a ellas las embarcaciones.

Estos primitivos pantalanes se encontraban en el área norte de la instalación, mientras que en la zona media del muelle existía un desagüe para las aguas residuales del recinto.

Los arqueólogos, José ramón Ortega y Marco Aurelio Esquembre, de Arpa Patrimonio, señalan a este respecto que “en la zona septentrional del embarcadero atracarían embarcaciones pequeñas y medianas, que se amarraban a este muelle por medio de orificios realizados en los mampuestos o en argollas de hierro, también conocidas como norays”.

Si bien el calado máximo no superaba los 1,5 metros, al hilo de esta hipótesis, el sector meridional constituiría el área de atraque para el aprovisionamiento de mercancías y demás labores portuarias. Desde este muelle partían hacia ciudades de mayor envergadura vinos de renombrado prestigio, aceites, salazones, cereales y otros recursos agrícolas recolectados en las diferentes villas rústicas localizadas en las cercanías de la ciudad de Lucentum.

El recinto portuario altoimperial romano del Tossal de Manises entró en crisis a finales del siglo II d.C. y principios del III d.C. por la extinción de las relaciones comerciales que sustentaban el dinamismo económico de la ciudad y su contorno. La consecuencia directa de esta decadencia va pareja al declive paulatino de Roma.

Las escasas referencias del medievo que han llegado hasta nuestra época, impiden aventurar una fecha exacta para el comienzo de la construcción de un muelle en Alicante. Pese a esta falta de documentos, los pocos que se conservan de aquellos tiempos remotos siempre resaltan el carácter portuario y comercial de la ciudad de Alicante.

Tras la caída del Imperio Romano, el asentamiento del Tossal de Manises y su puerto entraron en decadencia. Tendrá que llegar Abd Al-Aziz, hijo de Muza b. Nusair, gobernador general de Cairauan, capital de “Ifriqiya” y del “Magrib”, en la primavera del año 713 para arrebatar el poder al noble visigodo Teodomiro y relanzar el comercio marítimo.

La villa musulmana, conocida como la Medina Laqant, ha perdurado en los escritos de viajes de El-Idrisi. Este geógrafo musulmán de mediados del siglo XII describió así su paso por Alicante: “Es poco importante, pero de bastante población y buenas construcciones. Tiene zoco, mezquita, aljama y otra mezquita con predicación. El esparto que crece se exporta a todos los países marítimos. La tierra da fruta y legumbres en abundancia, principalmente higos y uva.

Tiene una alcazaba inasequible y bien fortificada. A pesar de su poca importancia, Alicante es un lugar donde se construyen barcos para el comercio y barcazas”.

La reseña de este erudito árabe certifica la existencia de un embarcadero, así como de un varadero y astillero “donde se construyen barcos” para largos viajes. Según esta hipótesis, planteada por diversos estudiosos, estas instalaciones portuarias industriales, que ya existían en época romana, podrían haber estado en la meseta “dels Antigons” (actualmente barrios de Benalúa y Séneca-Autobuses) y el embarcadero en la playa del Baver o Babel.

El último soberano del Reino musulmán de Valencia capituló ante el rey aragonés Jaime I el 28 de septiembre de 1238, mientras que la conquista de la plaza de Alicante por parte del infante D. Alfonso, posteriormente conocido como el rey Sabio, acaeció en el año 644 de la hégira, correspondiente al 1246 del calendario cristiano. La conquista de Alicante por parte de las huestes castellanas se produjo gracias al Tratado de Almizra (1244), por el que se delimitaba la expansión territorial de la corona aragonesa, cuya frontera se establecía en Biar y Jijona, y la castellana, cuyo Reino de Murcia amparó a la villa de Alicante.

La importancia estratégica del puerto de Alicante para la política de ultramar no pasó desapercibida para Alfonso X el Sabio. De tal forma que el rey castellano protegió las relaciones mercantiles con disposiciones proteccionistas y exenciones fiscales.

Lo expresa así el propio monarca en los fueros de la ciudad: “De quantos navíos se armaren
en el puerto de Alicant, grandes et chicos, et de quantos navíos fueren de los vezinos de Alicant, moradores o armadores, que no den anchorage en el puerto de Alicant”.

Los privilegios concernientes a facilitar la actividad mercantil se ampliaron poco tiempo después a los armadores foráneos, que también quedaron dispensados de pagar el ancoraje (amarre) en los barcos que atracasen en el puerto para su calafateado y mantenimiento en general.

El rey Sabio apoyó decididamente la primacía del puerto de Alicante y no dudó en concederle, junto al de Cartagena, la exclusiva de embarque en el litoral mediterráneo para todas las expediciones de ultramar. Medidas de tal calado revelan el interés de Castilla en promover por todos los medios el desarrollo económico del puerto de Alicante, así como acelerar la repoblación de la villa.


 

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