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Domingo, 28 de diciembre de 2025


Mala suerte
Avirul, 13/02/2004

Hay momentos puntuales en los que pensamos que somos los únicos seres humanos que tenemos mala suerte. Esto sucede en cualquier lugar donde haya una cola.

En el supermercado, la fila que va más despacio siempre es la nuestra. Cuando estamos en una sala de espera de cualquier consulta sanitaria nos parece que a los señoras/es que van delante los atienden mejor, a juzgar por el tiempo que están dentro, porque luego cuando nos toca a nosotros ni nos miran a la cara y además en un minuto ya estamos fuera, que al médico sólo le falta llamar a seguridad para deshacerse de nuestras preguntas incómodas.

También nos sucede cuando estamos en un atasco, la otra fila discurre con relativa fluidez y la nuestra lleva 200 años parada. Es desesperante. Vemos pasar sucesivamente personas en sus utilitarios que te miran por encima del hombro.

Pero esto no es lo peor. Lo más duro es cuando contamos hasta tres, ponemos el intermitente y nos lanzamos como camicaces a la fila de al lado, porque también queremos ir adelantando humanos que tienen cara de perro y que están pensando justo lo mismo que nosotros hace dos segundos. Aunque siempre hay excepciones, como hablábamos la semana pasada, siempre está la típica/o feliz de la vida, encantada/o de haberse conocido, que utiliza el tiempo muerto en despejar sus seres muertos de diversos órganos vitales como pueden ser las uñas, la nariz, o en su defecto, las orejas. Éstos no vienen al caso y dan para una columna entera.

Algún día trataremos el tema largo y tendido, por materia prima no va a ser, nunca mejor dicho.

Cuando por fin un alma caritativa nos deja cambiarnos de carril y nuestra alegría llega a cuotas poco superables, nos morimos de frustración al comprobar que ahora se ha parado esta cola y los de al lado pasan a buena marcha mirándote por encima del hombro y esta vez, encuentras a personas malas que han descubierto al tonto/a que no paraba de molestar con el intermitente y que ahora ha vuelto al ostracismo.

No es bueno pensar que siempre somos nosotros los desgraciados a los que les pasan cosas malas, que hay mucho hambre en el mundo, y para más motivo, hay que decir que cuanto más lo pensemos peor será. La negatividad siempre atrae más negatividad.