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Viernes, 01 de noviembre de 2024

Tropiezos

Calcetines viudos
Avirul, 11/05/2007

Nosotros compramos calcetines, los dos juntitos. Nos los ponemos y parecen normales, del color elegido y la textura deseada. Los usamos, nos los quitamos y los echamos en la ropa sucia.

Caen uno al lado de otro. Todo perfecto. Hacemos la colada. La tendemos pero...¡Un momento, faltan calcetines! No puede ser. No tienen patas. Por ese razonamiento, les damos la espalda y nos vamos. Pero cuando volvemos a por la ropa seca y la cogemos, llega la tragedia.

Descubrimos certeramente con horror que algunos están inexplicablemente viudos. Buscamos por toda la casa. Nada.

¿Se fugarán, una vez en la calle? ¿La lavadora en realidad es un agujero negro? o ¿Es verdad que nos huelen tan mal los píes que se desintegran?

El caso, es que a nuestro mucho pesar tenemos que depositar a los pobres abandonados en el fatídico cajón donde otros como ellos les consolarán.

Pensando en este misterio tan grande que nos embarga se nos ocurre que la historia de los calcetines viudos tiene un gran paralelismo con los “singles” actuales. Personas que sin ton, ni son, ven desaparecer a su par y vuelven con más o menos ánimo al mercado. Allí, llega un día, tal y como hacemos con los calcetines, que nos hartamos y les buscamos pareja por color, parecido o simplemente porque estamos hasta el “pirri” de comprar nuevos.

En esta solución de emergencia están los “imparejables” que enseguida volverán a estar solos porque está claro que la pareja no funciona, es decir uno azul con otro negro parece que sí pero cuando se nos suben demasiado los pantalones nos damos cuenta que no; los más conformistas, que aunque sean de rayas rojas y su pareja de cuadros verdes, como son para únicamente “dormir”, tiran para adelante juntos; y los más afortunados que vuelven a encontrar a su pareja ideal en el cajón.

Aunque aquí también existen los milagros, como aquella vez que tras mucho tiempo volvimos a recuperar aquel calcetín, debajo del mueble que nunca recorremos. El pobre estaba lleno de pelusa pero con un solo enjuague, nuevo. Y a pesar de que su pareja tenía ya más de un lavado volvieron a encontrar la felicidad allí donde la dejaron. No como nosotros con sus congéneres.