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Sábado, 27 de diciembre de 2025


Cuarta de abono. La tarde de Ostioncito
Juan Esquembre, 27/05/2005

Me decían exagerado cuando en mi anterior colaboración para este diario destacaba las enseñanzas empresariales que nos brinda la tauromaquia española.

Sin querer ser irreverente y queriendo significar el papel de la Iglesia Católica como Madre y Maestra, le comentaba a mi buen amigo que si en la tauromaquia están ya bien explicados los fundamentos de la visión estratégica de la empresa, hoy tan de moda en las escuelas de negocios, queda un tanto rudimentaria la comparación con lo que encontramos en muchos textos conciliares e incluso, en importantes encíclicas papales.

Pero bueno. A lo que voy.
Pocos días después de encajar deportivamente el reproche por la supuesta exageración conceptual de mi anterior artículo, tropecé en mis abundantes horas de holgazanería con el numero 13 de la revista "Los Toros", publicada por la editorial Prensa Española y que corresponde a la semana del 5 de agosto de 1909.

Entonces, la mayoría de los madrileños se quedaba en la capital durante la canícula veraniega y se les ofrecía el abono taurino como distracción vacacional para quien podía.

Cuentan las crónicas que los aficionados llevaban un progresivo aburrimiento y enfado porque las tardes pasaban en puro bostezo.

Pero en la correspondiente a la cuarta de abono, salió Ostioncito a remediar la situación que, de seguir así, hubiera dejado sentados en la plaza sólo a los cronistas y al presidente.

Tal fue el bullicio y el entusiasmo que arrancó en la afición aquella tarde que el Alcalde de la Villa y Corte le premió con una placa en la que venía la siguiente dedicatoria municipal:
"A Ostioncito. Por mostrar valentía, trabajo y acierto. Y porque antes de dedicarse á matar ha aprendido cosas que, á pesar de ser rudimentarias, otros las ignoran toda su vida".

Como nota simpática, todavía se utilizaba en la ortografía el acento en la a preposición.

Con Ostioncito, compartió cartel Pacomio Peribañez, y los toros fueron de la ganadería de Benjumea. Toda una leyenda.