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Reflexiones sobre el Medio Ambiente
Hace 15 mil millones de años una gran explosión originó el universo. Hace 4.500 millones de años se formo nuestro Sistema Solar. En nuestro planeta, las rocas se fueron enfriando y emitieron gases que con el tiempo formaron la atmósfera.
Era una atmósfera densa, irrespirable, formada entre otros por nitrógeno y dióxido de carbono (CO2), y sin apenas oxigeno.
Fue este gas el CO2, el gas de la vida, ya que posibilito que las primeras células que se formaron lo utilizaran, mediante la fotosíntesis, emitiendo oxigeno a la atmósfera. Posteriormente este oxigeno permitió un paso de calidad en el metabolismo al facilitar que de las formas unicelulares más simples se pasara a formas más complejas. Las moléculas de oxigeno que se encontraban a mayor altura fueron alcanzadas por la radiación ultravioleta produciendo ozono. La acumulación de ozono origino una capa que actúo como filtro muy eficiente de la radiación ultravioleta, dañina para los organismos vivos. Hace aproximadamente 65 millones de años se extinguieron los dinosaurios y hace 2,5 millones de años apareció el hombre (homo habilis), pero fue en el periodo Cámbrico, hace unos 500 000 años, cuando se produjo la gran explosión de la biodiversidad, cuando los seres vivos adoptaron múltiples formas y tamaños. Desde todo este tiempo los seres vivos se han adaptado a la vida en nuestro planeta, a las condiciones que se han ido consolidando sin prisa pero sin pausa. Posiblemente en aquellas épocas el número total de habitantes nunca debió superar el medio millón. En el año del nacimiento de Cristo, se habla de 250 millones de habitantes y hasta aproximadamente el siglo XVI la población del mundo creció lentamente, dado que los nacimientos apenas superaban a las defunciones y que se producían periódicas y catastróficas sobremortalidades, debidas a la escasa alimentación, las epidemias y las guerras. La superación de estos factores, las revoluciones agrícola e industrial, la mejora en las condiciones higiénicas y otros adelantos explican el acelerado crecimiento de la población mundial desde finales del s. XVIII y la explosión demográfica especialmente evidente en el s. XX, de manera que en el momento que elabora este escrito se somos 6,372,952,852 personas. Gracias a la Revolución Industrial hemos conseguido un desarrollo industrial, sanitario, económico, cultural, etc. inimaginable antes que se ha traducido en un aumento del bienestar. Nunca antes habíamos vivido más y mejor. Pero este desarrollo industrial se ha hecho a costa de elementos de la Tierra (recursos naturales) generando compuestos indeseables que se van acumulando. La presión sobre la Tierra es máxima. Residuos de todo tipo, vertidos a las aguas, emisiones, consumo de recursos, etc., conlleva un deterioro generalizado de nuestro único e irremplazable planeta, y son necesarias adoptar medidas contundentes, por cada uno de nosotros, dentro de lo posible, por nuestras empresas y por los gobiernos. No hay que olvidar que el ser humano es parte de la naturaleza y por tanto las medidas que se adopten deben contemplarlo en toda su extensión, deben contemplar su ámbito social y por supuesto económico. En este sentido, en 1972 en la Conferencia de Estocolmo se acuño el termino de sostenibilidad basándose en la idea clave de que tanto la extracción de recursos como el posterior vertido de desechos no rebasen la capacidad de los distintos ecosistemas en producirlos o en neutralizarlos. Pero, parafraseando al admirado Director del Museo de las Ciencias "Principe Felipe", Manuel Toharia, es preferible hablar de "Desarrollo Ambientalmente Viable, porque un desarrollo que se sostiene (sostenible implica sostenido) se basa en un crecimiento imparable de todo: población, consumo, producción e incluso residuos". Y la Tierra es un sistema cerrado, en el que un crecimiento continuo de todo lo comentado resulta imposible. Se trataría pues no en crecer de una manera absoluta sino de repartir mejor y crecer sólo localmente e incluso no crecer. Y para ello es necesaria una decidida política de redistribución de riquezas y residuos. El pasado día 5 de junio se celebró el Día Mundial del Medio Ambiente, instaurado por las Naciones Unidas con el fin de estimular la concienciación a la vez que recabar el interés de la sociedad y sus políticos. Por desgracia parece que las actitudes políticas no van acorde con el deseo de los ciudadanos y cada día aparecen incumplimientos de acuerdos adoptados por la mayoría de países (por ejemplo Kioto), sobre todo cuando esas medidas pueden "tocar las pelotas" a las economías. No obstante, aunque llevamos muy poco tiempo preocupándonos por nuestro entorno, apenas desde hace tres décadas, los pasos son cada vez más firmes y la sociedad reclama soluciones. Debemos adoptar posturas individuales decidas y poner nuestro granito de arena para, no ya parar el deterioro de nuestra Biosfera, sino para cambiar de actitud e integrar el medio ambiente en nuestras decisiones del día a día y en la estrategia de nuestras empresas. ¡Es hora de actuar! Por José Sáez |
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